En artículos futuros hablaremos de poesía propiamente dicha, pero hoy, para acercarnos al terreno lírico sin meternos de lleno, vamos a charlar sobre la prosa poética. Para empezar, recordemos que es uno de los dos tipos de obras líricas que existen, y que los textos de este estilo, sin necesidad de usar rimas ni seguir métrica, tienen su propia cadencia y musicalidad a través de la organización de párrafos con sentido y coherencia.
La prosa poética, como ves en este texto que vamos a analizar, es una forma distinta de escribir sobre lo que sentimos. Es como la prima hermana de la poesía, pero sin la obligación de la rima ni la métrica. En resumen, es una manera muy especial de transmitir todo lo que sentimos con ese toque lírico, que siempre aporta belleza y genera sensaciones únicas.
Partiendo de esta idea, hoy vamos a compartir con vos, a modo de ejemplo, un texto que usa la prosa poética, buscando siempre, a través de este recurso lírico, la evocación, la nostalgia, la sensualidad y otras sensaciones que, como se puede ver en cada fragmento, contienen esa musicalidad y coherencia de la que hablábamos.
Como podés notar, no es tan importante contar una historia completa como generar una ensoñación, un viaje a un tiempo, a un lugar, a una persona. No es fundamental que conozcamos a la persona en cuestión ni que haya una evolución clara de los personajes, pero sí se debe plasmar el deseo, la tensión, el reflejo de un recuerdo… de manera que casi podamos escuchar la respiración agitada o el sonido de los latidos de lo que estamos plasmando.
Veamos algunos ejemplos:
Parte 1:
«Hubo un tiempo en que las noches se mezclaban con los días, barajábamos cada instante, sorteábamos las dudas, perdíamos el respeto al miedo y nos olvidábamos del calendario en una constante búsqueda voraz de nuestros labios, rodando por escaleras, buscando rincones sin luz, atravesando galaxias, rompiendo esquemas, cruzando un océano inexplorado sin más brújula que las líneas de las manos».
En esta primera parte nos metemos de lleno en la evocación de un tiempo único e irrecuperable, de exploración, donde el deseo le gana al miedo. No importa quiénes son ni dónde están, simplemente nos dejamos llevar por las sensaciones a través de una estructura que casi parece rimar, con frases que tienen ritmo y esa armonía que mencionamos.
Parte 2:
«Hubo un tiempo, creo que se llamó verano, en que nuestras pupilas brillaban casi conectadas por el bluetooth de la felicidad, en que las madrugadas eran confesionarios desde los que aprender sin besarnos a contárnoslo todo sólo con mirarnos. A mordernos, a querernos sin necesitarnos, a elegirnos, a ser tan libres como esos pájaros que despliegan sus alas cuando les apetece disfrutar del vuelo. Mis manos caminaban descalzas entre picos y valles, casi sin descender por la avenida, inhalando el aire de cada suspiro con saliva. Viajábamos en la misma nave, casi sin darnos cuenta, tan perdidos y a la deriva en plena calle, con ganas, sin miedo, con garras, sin llaves, pidiéndonos de rodillas una oración que nos salve, enredando tus letras a mis frases…».
Acá se sigue mostrando la importancia de las sensaciones, el descubrimiento de los sentimientos en un tiempo que, esta vez sí, se ubica en el verano. El texto transmite sensualidad, provoca ganas de estar ahí, nos trae recuerdos de nuestras primeras veces y, sin dejar la misma estructura que mencionamos, con frases cortas, símiles y metáforas, nos lleva a una pequeña reflexión final.
Parte 3:
«Hubo un tiempo, y creo que fue el mejor, en que fuimos únicos en esa otra orilla, quizá porque aún no insistíamos en ser nosotros y todavía éramos felices siendo sólo tú y yo».
Acá, como era de esperar, no hay una resolución definitiva, pero se sugiere que quizás el error de esa pareja fue perder la magia, porque al principio eran libres y se dejaban llevar por el deseo, y con el tiempo quizás terminaron atrapados en la rutina del «nosotros».