Alguna vez habrán escuchado esa frase de Woody Allen que dice que «la comedia es igual a tragedia más tiempo». Y es verdad, incluso hay estudios que intentan calcular cuánto tiempo tiene que pasar para que una tragedia empiece a dar risa. Claro que esto depende mucho de la persona y de la magnitud de la tragedia.
Hoy vamos a reflexionar sobre cómo podemos enfocar un mismo texto para llevarlo hacia el drama o hacia el humor. Vamos a imaginar que nuestro protagonista acaba de sufrir un golpe durísimo: la muerte de su padre, que falleció por una falla en su paracaídas. Este hecho lo afecta profundamente, empieza a bajar su rendimiento en el trabajo y entra en una espiral de depresión.
Esta situación, que es objetivamente triste, nos la va a contar el protagonista en primera persona, pero con dos tonos diferentes: uno desde la angustia más profunda, y otro con un tono más ligero, usando el humor como escudo para sobrellevar el dolor. O sea, los mismos hechos dramáticos, pero contados con diferente onda.
El poder del tono: Dos ejemplos para ver la diferencia
Veamos ahora los ejemplos para que vean cómo el tono cambia por completo la percepción de la misma situación:
Tono dramático:
«Llevo tanto tiempo sin dormir bien que ya ni sé si es de día o de noche. Cuando se va la persona que más admirás, tu pilar, tu eje… todo se viene abajo. Hace 27 días que murió. Joven, con tanta energía… Siempre fue mi ejemplo a seguir. Me dicen que es mejor que un familiar se vaya así, de repente, a tener que verlo sufrir en un hospital, postrado por una enfermedad como el Alzheimer o alguna demencia. Pero no me consuela. La gente siempre da consejos que no sirven. Es tan injusto que, con solo 53 años, el destino te arrebate la vida así, como quien arranca una hoja de un cuaderno. Sin lucha. Sin ninguna oportunidad. Dicen que solo uno de cada 100.000 saltos en paracaídas termina en tragedia. Justo a mi padre le tocó. Y ahora tengo que volver al trabajo, donde hace más de dos semanas que ni siquiera creo en lo que vendo. Las ventas están bajando. Seguro me despiden en cualquier momento. La muerte de mi viejo me dejó hecho pedazos. Hace días que ni las pastillas me ayudan a dormir. Ya ni encuentro un motivo para levantarme cada mañana. Empiezo a sentir que siempre fui su hijo y nunca me esforcé por ser yo mismo. Ahora que ya no está, me doy cuenta de que nada tiene sentido.»
Tono comedia:
«Desde que murió mi viejo que no duermo bien, ya confundo el día con la noche. Un día de estos voy a ir a laburar en pijama, ¡como para que me vea! La otra noche me desperté al lado de Consuelo, una compañera del laburo que me dijo que quería «animarme». ¡Y eso que mi viejo siempre me decía que no era bueno mezclar el trabajo con la casa! En fin, como les decía, tengo la cabeza hecha un lío desde que se fue. ¡Maldito viejo! ¿Qué chances había de que no se le abriera el paracaídas? Les juro que lo busqué: una. ¡Sí, solo uno de cada 100.000 saltos termina mal! ¡Bien ahí, papá, vos y tus ganas de ser único, la excepción a la regla! ¡Objetivo cumplido! Es increíble este mundo. El destino te saca la vida de la nada y se queda tan pancho. ¡Che, mi viejo siempre me decía que laburara duro y que tarde o temprano iba a aparecer algo mejor para dar el gran salto! Y si el salto es como el que se mandó él, ¡mamita querida! ¡Qué bajón! La verdad es que no sé qué hacer. El laburo ya no me motiva, no vendo nada y ya ni creo en el producto que vendemos. Creo que tengo que empezar a procesar este duelo. Capaz que las pastillas ayudan, pero la verdad es que no sé qué voy a hacer sin mi viejo ni cómo voy a seguir adelante. A veces pienso que me va a guiar desde el cielo. Bah, eso espero, porque si te morís en el cielo y no vas al cielo, ¡decime qué examen hay que aprobar!…»
Como vemos en los textos, la clave está en el tono del personaje. El primero está sumido en el drama, mientras que el segundo usa la ironía y el humor para salir adelante. Son los mismos hechos trágicos, pero con un enfoque totalmente diferente. Y como ya dijimos antes, es importante saber qué queremos contar, pero aún más importante es saber con qué tono lo vamos a contar.