Alguna vez te habremos dicho que, aunque parezca que ya está todo inventado, la clave para contar una buena historia está en el cómo la contamos. Podemos estar hablando de los mismos temas universales de siempre, pero lo que marca la diferencia es el prisma desde el que abordamos la narración.
Recordemos que podemos narrar desde distintos puntos de vista: como protagonista, como testigo (un personaje secundario que cuenta los hechos), como narrador heterodiegético (alguien que está fuera de la historia y la cuenta en tercera persona), omnisciente (que lo sabe todo sobre el mundo que creó) u objetivo (que simplemente registra lo que pasa, como una cámara de cine).
Además del punto de vista, también podemos elegir entre diferentes estilos narrativos: directo (a través de diálogos), indirecto (usando conectores como conjunciones en lugar de diálogos) o una combinación de ambos.
Cuando entendemos desde qué punto de vista vamos a narrar y qué estilo vamos a usar, nos damos cuenta de que una misma situación se puede contar de muchísimas maneras. Y aunque parezca la misma historia, nunca lo es del todo, porque siempre podemos agregarle nuevos ingredientes que transforman el resultado final: el tono, la longitud de las frases, el enfoque, los verbos, los adjetivos…
Veámoslo con ejemplos: Una misma noche, diferentes perspectivas
Para que quede más claro, veamos cómo se puede contar una misma situación desde diferentes perspectivas y estilos. Imaginemos esta escena: Luna y Santi se conocen, salen, y pasan la noche juntos.
Ejemplo 1: Narrador omnisciente, estilo indirecto y conciso:
Luna y Santi se conocieron anoche. Copas. Confesiones. Risas. Sexo. Ella se despertó temprano. Él seguía roncando. Con cuidado, giró la llave y se fue. Tenía un poco de resaca. En la calle hacía frío. Se abrochó el abrigo y caminó rápido para tomar un taxi. Diez minutos después, ya estaba frente a la computadora. Le esperaba un día agotador en el trabajo. Probablemente prefería el cansancio de la noche anterior. Esperaba un mensaje de Santi.
Ejemplo 2: Narrador protagonista (Luna), estilo libre y subjetivo:
No sé por qué siempre me dejo convencer. Hoy estoy hecha polvo, aunque el cansancio de anoche también fue importante. Santi me dejó con agujetas hasta en el alma. La cena estuvo buena, pero cuando empezamos con las copas y el jueguito de contarnos secretos, ya sabía yo cómo iba a terminar la cosa. Lo dejé roncando como un bebé. ¡Pobre! La verdad es que se portó. Ojalá quiera repetir. Mmm, capaz que le mando un mensaje. O mejor espero a que me escriba él cuando se despierte y me extrañe.
Ejemplo 3: Narrador protagonista (Santi), combinando estilos directo e indirecto, con tono humorístico:
El mozo le sirvió vino a Luna y esperó a que lo probara. Después de su aprobación, llenó su copa y luego me sirvió a mí. La cena estuvo muy buena, pero ahora que el vino entraba en acción, sabía que las cosas se iban a poner interesantes. Al final le propuse un juego:
—¿Alguna vez jugaste al «Yo nunca»?
—Obvio, jugábamos a eso en la facu…
—Bueno, es una buena forma de conocernos mejor.
—¿Mejor? Para eso mejor bucear.
—Jaja. Bueno, parece que el vino ya te pegó.
—¡Y eso que todavía no dejé que nadie me pegue!
—Anotado, jaja. A ver, ¿quién pregunta primero?
—Yo misma. ¿Usted ordenó el código rojo?
—¿Cómo? ¿De qué me suena eso? ¿Te lo acabás de inventar?
—Y bueno… ¿qué querés que te diga?
—La verdad.
—La verdad no la podrías soportar.
Después de una larga caminata para que se me bajara un poco el vino, llegamos a mi casa. Luna es tan linda como divertida. No sé cómo iba a terminar la noche, pero pintaba muy bien. Me besó en la entrada. Un beso largo y apasionado que terminó en la cama. Me pidió que no parara. Di lo mejor de mí hasta que caímos rendidos. No sé a qué hora nos dormimos, pero supongo que ella se fue temprano a trabajar. La pasé genial. Me dan ganas de mandarle un mensaje.
Ejemplo 4: Narrador testigo (el camarero), con elementos de sorpresa:
Esa pareja viene todos los viernes al mismo restaurante desde hace años. Siempre juegan a que no se conocen. Les sirvo una botella de vino. Se sonríen. Se divierten con esa actuación de ser dos extraños en su primera cita. Supongo que, después de tanto tiempo juntos, hay que buscar maneras de mantener la chispa. La verdad es que son encantadores y siempre dejan buena propina. Que Dios los bendiga.
Ejemplo 5: Narrador omnisciente, con tono dramático:
Santi y Luna comparten mesa una vez más. Es otro intento por salvar su matrimonio. Se esfuerzan, inventan juegos, casi se obligan a reír, aunque a veces las lágrimas amenazan con salir. Una tristeza profunda, como una sombra que lo consume todo, los invade desde la muerte de su hijo. Quieren seguir adelante, pero no encuentran la forma de superar el dolor. Esa noche se acuestan. Él nunca antes lo había intentado con tantas ganas, como si fuera una última oportunidad. Al día siguiente, mientras Luna trabaja frente a la computadora, se pregunta, una vez más, si debería llamarlo para pedirle el divorcio. Por eso le mandó un mensaje antes, diciéndole que tenían que hablar, y ahora, mientras trabaja, espera su respuesta.
En resumen:
Como pudimos ver, con diferentes puntos de vista, estilos y tonos, podemos contar la misma situación de maneras completamente distintas. Lo importante es elegir las herramientas narrativas que mejor se adapten a la historia que queremos contar y al efecto que queremos generar en el lector.