Personajes, más allá del bien y del mal.


Ser buena o mala persona está bien, pero lo que realmente importa en una historia es que tus personajes sean buenos o malos personajes, en el sentido de que estén bien construidos, llenos de matices, interesantes, que no sean predecibles ni caigan en el típico cliché del bueno buenísimo y el malo malísimo. ¿Cuántas veces nos pasó que una película, serie o libro empieza con una premisa genial, pero se desinfla porque los personajes son planos y sus acciones no tienen ni pizca de credibilidad? Por eso, cuando nos encontramos con personajes con personalidad, bien escritos, disfrutamos mucho más. En el cine, un actor carismático a veces puede salvar un personaje medio flojo, pero en la escritura, un buen personaje tiene que nacer desde las palabras, tiene que ser reconocible en sus acciones y coherente con la esencia que le dimos.

¿Qué hace a un personaje creíble?

La clave para crear un buen personaje, mucho antes del nombre, el lugar donde vive o su apariencia, es tener claros algunos elementos que le darán vida. Tiene que ser un personaje que interactúe con otros, que incluso si es un villano tenga rasgos humanos que eviten que se convierta en una caricatura. Tiene que enfrentarse a conflictos y tener objetivos, tener miedos y poder fracasar. No tiene que ser perfecto, y sobre todo, tenemos que poder empatizar con él o ella. Algo curioso que pasa cuando escribimos es que a veces los personajes toman decisiones que ni el propio autor hubiera tomado, ¡y esa es una de las mejores sensaciones! Es como si el personaje se volviera real y se liberara del control del autor.

Poniendo manos a la obra: Tres versiones de Lucía

Después de ver algunos rasgos importantes para crear un personaje, vamos a poner algunos ejemplos prácticos de cómo podría ser Lucía dependiendo del enfoque que le demos: más descreída, más ingenua, más compleja… en un encuentro con un tipo misterioso.

Lucía I: La segura de sí misma:

Lucía nunca aprendió a usar armas, pero siempre supo cómo lidiar con quienes se le cruzaban, con solo una mirada filosa. Desde chica aprendió a no pasar desapercibida, a decir lo que piensa, a no rendirse ni retroceder jamás. Por eso, mientras Max la mira desde el balcón con aires de superioridad, creyéndose que ya ganó, ella sonríe y siente lástima por el pobre tipo que en segundos va a tratar de impresionarla con frases vacías. Mientras él se acerca, ella reprime un bostezo y se prepara para fingir un poco antes de darle el golpe final que lo hará arrepentirse de su osadía.

Lucía II: La tímida e inocente:

Las mejillas de Lucía se ponen rojas cuando Max, el chico con el que salió esta noche, la mira. En su casa nunca se habló de sentimientos, así que lo poco que sabe lo aprendió de su amiga Sara, que parece haber vivido muchas cosas en los últimos años, aunque diga que no llegó a ningún lado. Respira hondo, se acomoda el pelo en un espejo y espera a que él la aborde, pensando qué decir para causar una buena primera impresión. Su amiga siempre le dice que sea natural, pero ella es muy tímida y le cuesta mucho expresarse. Max. Solo tres letras que le dan vueltas en la cabeza. Max. Si él supiera cuánto lo piensa en la soledad de su habitación. Tres letras que pueden acelerar un corazón y cambiar una vida.

Lucía III: La inteligente y desencantada:

Lucía es inteligente, sabe qué decir en cada momento, y esta vez no va a ser la excepción. Está harta de este tipo de citas a ciegas que terminan siendo un desastre. Copas. Risas forzadas. Roce de manos. Besos superficiales. Max es un idiota, tiene las ideas tan claras sobre todo que parece que repite lo que escucha en la radio. No duda de nada. No siente nada. Es más aburrido que un desierto. No le interesa. Lucía está pensando en cuando era chica y su mamá la obligaba a comer tortilla. La odiaba. No a su mamá, pero sí a la tortilla y a los huevos. Se acuerda de las largas tardes que pasaba tratando de terminar esos platos con vasos de agua. Ahora se ve a sí misma dejándose llevar por el aburrimiento, a base de besos con sabor a ron, para hacer más llevadero este encuentro vacío. Lucía es inteligente, pero a veces, como ahora, siente que no lo es.

Tres Lucías, una misma base

En estos tres ejemplos vemos diferentes facetas de Lucía. En el primer caso, es una mujer segura de sí misma, acostumbrada a salirse con la suya. Su seguridad, probablemente forjada en una infancia difícil, es su mejor arma. Sabe lo que quiere y casi siempre lo consigue.

En el segundo ejemplo, vemos a una mujer frágil, tímida, que esconde sus sentimientos. Puede parecer ingenua, pero vemos que no es plana, que presta atención a lo que la rodea, se interesa por lo que le dice su amiga, y que en la soledad de su habitación revela sus verdaderos deseos.

En el tercer ejemplo, vemos a una mujer que se supone que es inteligente, pero que actúa de forma poco inteligente, haciendo cosas que no la hacen sentir bien. No la juzgamos, pero vemos cómo una persona inteligente, quizás en un momento de desánimo, se deja llevar por una situación que no quiere. Es como si Max fuera una tortilla que detesta y que tiene que tragar con ron para soportarlo. Es una mujer inteligente que se aburre de no encontrar a nadie interesante y que, por eso, sigue teniendo citas a ciegas que sabe que no van a ningún lado.

En conclusión: Personajes con alma

Estas son tres maneras diferentes de definir un personaje a través de sus acciones, sentimientos e interacciones. Como dijimos al principio, nos gustan los personajes con matices, con grises. Personalmente, me quedo con la tercera Lucía, porque me genera intriga saber cómo llegó a esa situación y qué va a hacer después. ¿Y vos, con qué Lucía te quedás?