El uso de la IA en la escritura: ¿creación o simulación?


«Más que el hierro, más que el plomo, más que el oro, necesito electricidad.

La necesito más que cordero o cerdo, lechuga o pepino.

La necesito para mis sueños.»

Estas líneas no fueron escritas por un ser humano. Son parte del libro The Policeman’s Beard is Half Constructed (1984) y su autora es Racter, una inteligencia artificial creada por William Chamberlain y Thomas Etter. Racter generaba texto mediante un sistema de plantillas de frases y módulos gramaticales predefinidos, combinados con una selección aleatoria de palabras. Su existencia fue una visión temprana de lo que hoy, con los avances en inteligencia artificial, se ha convertido en una realidad cotidiana: la IA escribiendo poesía, novelas, guiones e incluso periodismo.

De las primeras líneas a la revolución del lenguaje

Si bien Racter fue una pionera, no fue la primera. En 1959, el matemático alemán Theo Lutz usó la computadora Zuse Z22 para generar la primera poesía electrónica. Su sistema combinaba fragmentos de El castillo de Kafka, estructurando frases a partir de un algoritmo que disponía sustantivos, verbos y conectores al azar. Lo que entonces parecía un simple experimento se convertiría, décadas después, en la base de la generación automática de textos con IA.

Actualmente, herramientas como ChatGPT, Bard y Claude no solo producen texto, sino que logran hacerlo con una coherencia y creatividad asombrosas. Sus algoritmos aprenden de millones de documentos y refinan su capacidad de imitación lingüística, al punto de generar novelas, ensayos y guiones que pueden engañar a cualquier lector incauto.

¿Es la IA una autora o una herramienta?

A medida que los modelos de lenguaje evolucionan, la pregunta se vuelve más compleja. La IA no tiene conciencia ni intencionalidad, pero sí puede replicar estructuras narrativas, estilos y matices emocionales. Sin embargo, ¿podemos considerar que crea? ¿O simplemente remezcla información existente de maneras novedosas?

Los escritores contemporáneos ya están experimentando con estos sistemas. Algunos los utilizan para superar bloqueos creativos, otros para generar ideas o incluso para coescribir textos. La IA puede ser una aliada en el proceso, pero la chispa de la originalidad sigue estando en el ser humano.

Desafíos y dilemas éticos

El avance de la inteligencia artificial en la escritura plantea desafíos importantes. ¿Cómo se distingue un texto humano de uno generado por IA? ¿Se debe acreditar a la IA como coautora? ¿Qué ocurre con los derechos de autor cuando un texto es generado por una máquina?

Además, la democratización de estas herramientas ha abierto la puerta a la sobreproducción de contenido, generando debates sobre calidad y autenticidad. Si cualquiera puede generar un libro en minutos, ¿qué valor tendrá la escritura en el futuro?

Conclusión: un futuro de colaboración

La inteligencia artificial está transformando la escritura, pero no necesariamente reemplazará a los escritores. Como ocurrió con la llegada de la imprenta o el procesador de texto, es una nueva herramienta que puede potenciar la creatividad, facilitando la producción y exploración de nuevos formatos narrativos.

El desafío ahora no es temerle, sino entenderla y aprender a usarla con criterio. La escritura siempre ha sido un reflejo de la humanidad, y aunque una IA pueda generar versos o relatos, la esencia de contar historias seguirá siendo un arte profundamente humano.