La RAE define «objeto», entre otras cosas, como materia de conocimiento, cosa o, incluso, finalidad. Empezamos con estas definiciones porque en este artículo queremos hablar de la importancia de los objetos en una novela: a veces son el objetivo final, porque de conseguirlos depende el éxito de la aventura de los protagonistas; otras, porque la aparición de un objeto es lo que pone en marcha la narración; y a veces hasta se convierte en algo tan icónico (una máscara, un disfraz, una espada…) que se queda grabado en la memoria de los lectores, a tal punto que a veces hasta opaca el recuerdo de la trama en sí.
Así, como en el cine asociamos el látigo y el sombrero con Indiana Jones, el DeLorean con Volver al Futuro, el guante afilado con Freddy Krueger, el collar «Corazón del Mar» con Titanic o los zapatos rojos con El Mago de Oz, la literatura está llena de objetos que, como decimos, son el principio de todo o un fin en sí mismos.
Algunos ejemplos
¿Cuáles recordás vos? Nosotros tenemos cientos en mente. Por ejemplo, el Anillo Único de El Señor de los Anillos; la estatuilla conocida como el Halcón Maltés, que le da título a la novela de Hammett; el yelmo de Mambrino de Don Quijote; el tesoro de la isla a la que nos llevó Robert Louis Stevenson; la calavera que sostiene Hamlet mientras se lamenta por la muerte de su amigo Yorick; la lupa y el sombrero de Sherlock Holmes; el Sombrero Seleccionador, la capa de invisibilidad, la piedra filosofal, la varita, la escoba Nimbus 2000 y la snitch dorada del Quidditch, entre otros, de Harry Potter; el sombrero del Sombrerero de Alicia en el País de las Maravillas; la inquietante máscara de Hannibal Lecter, que nos recuerda a El Silencio de los Inocentes; la rosa de El Principito; cualquier gadget del Bond de Ian Fleming, incluyendo su pistola Walther PPK y su Aston Martin; el espejo de la madrastra en Blancanieves; el armario en Las Crónicas de Narnia; el Auryn de La Historia Interminable; la lámpara de Aladino; el Necronomicón del relato «El sabueso» de H.P. Lovecraft; y, para terminar, volviendo a la comparación con el cine, el Santo Grial, que lo mismo lo vemos en la última cena de Jesucristo que en la literatura medieval, ya que su leyenda siempre ha estado ligada a la del Rey Arturo y, obvio, apareció en la tercera película del famoso arqueólogo interpretado por Harrison Ford.
El objeto como leitmotiv de la narración
Cuando pensamos en estos objetos, es fácil que recordemos escenas asociadas a ellos. Ahí nos damos cuenta de lo importantes que son en la trama o si son simples accesorios. Esto es lo que tenemos que entender: una cosa es vestir a nuestros personajes o adornar la trama, y otra muy distinta es que sin ese objeto la historia no existiría.
Por ejemplo, es fácil ver que la obra más famosa de Tolkien gira en torno a ese anillo, por más que haya cientos de ramificaciones, subtramas, pueblos en la Tierra Media, etc. La clave está en esa fuente de poder y adicción del anillo que provoca el gran viaje para destruirlo en el Monte del Destino.
En cambio, si pensamos en el ejemplo de Hamlet, la calavera no es importante para la trama. Sí, está en un cementerio y se lamenta por la muerte de su amigo, pero por más icónica que sea esa imagen, sostener la calavera no es trascendental para la historia.
Objetos aparentemente insignificantes
Para ver un objeto aparentemente insignificante que termina siendo clave para la historia, veamos la primera obra del escritor Eloy Moreno: El bolígrafo de gel verde.
Ahí se habla de un tipo que vive una vida muy limitada, de la casa al trabajo, hasta que un día, para diferenciarse, se compra un bolígrafo que después desaparece. A partir de ahí, su vida empieza a girar en torno a encontrar ese bolígrafo, lo que lo lleva a situaciones que le hacen entender que su vida tiene que cambiar.
Digo «aparentemente» porque en esta novela sí estamos ante un objeto con peso argumental alrededor del cual gira toda la historia, ya que la obsesión por encontrar ese bolígrafo lo lleva a vivir situaciones que terminan en esa especie de revelación que provoca su cambio mental y de vida.
El pretexto argumental o Mcguffin
Algunos pensarán si es esencial el objeto o si es solo un pretexto para hablar de algo más profundo. En mi opinión, ambas son correctas: el objeto es clave en la historia y, al mismo tiempo, es la excusa para profundizar en la angustia vital y la pérdida de tiempo en muchas relaciones sociales.
Para los que no conocen el término «pretexto argumental», Alfred Hitchcock lo acuñó como Macguffin. Y no, no tiene nada que ver con personajes de Disney ni con un helado nuevo de McDonald’s. Es una excusa argumental que motiva a los personajes y el desarrollo de una historia, pero en sí misma no es tan importante.
Así son las cosas, gente. Creo que con este texto vimos algunas diferencias entre qué objetos son simple atrezzo literario, cuáles son relevantes y cuáles son una excusa genial para desatar toda la trama. Si esto los hizo reflexionar aunque sea un poquito, misión cumplida, porque ese era, de alguna manera, el objeto de este artículo.