El director de cine y escritor Rodrigo Cortés dice que, tanto para él como para quienes se acercan a su trabajo, «uno debe salir, como mínimo, más listo de lo que entró». Cada proyecto, ya sea una película o un libro, es un viaje que, en el mejor de los casos, enriquece tanto al autor como al lector. Pero para que ese libro sea un viaje que valga la pena recorrer, necesita un comienzo que te enganche desde el principio.
La magia de un buen comienzo: Enganchar al lector desde el minuto cero
Para lograr un buen comienzo, tenés que captar la atención del lector de una manera especial. Podés usar una frase que te vuele la cabeza, una confesión impactante de un personaje que te haga pensar «tengo que leer todo el libro para entender cómo llegó a esto», o algo que sea sorprendente, grotesco, gracioso, misterioso… Tiene que haber algo que te atrape, como un hilo invisible del que querés tirar.
Pero ojo, tampoco te pases de la raya. Por más que quieras llamar la atención, no generes una sensación tan extraña que termine alejando al lector. Tiene que haber algo a lo que agarrarse para no desconectar al toque. Lo ideal es que sitúes al lector en un contexto de tiempo y espacio. Si vas a contar una historia en el año 3820, dejalo claro desde el principio. No sirve de nada empezar describiendo ciudades enormes y civilizaciones alienígenas si no hay algo que conecte con el lector. Una vez que el lector entiende las bases de tu historia, te «compra» la idea.
La idea central: Sembrala desde el principio
Otro punto importante es que haya una idea principal que aparezca en la primera página. Si la historia empieza con una gran batalla que va a causar un éxodo masivo, tenés que dar una pincelada de eso. Si la infidelidad de la pareja del protagonista lo dejó hecho pedazos y eso lo lleva a emprender un viaje para cambiar su vida, tenés que mencionarlo.
Como te decía, es clave que los primeros párrafos transmitan un mensaje claro. Por ejemplo, si vas a contar un viaje interior a través de un viaje por el mundo después de una ruptura, no te pongas a filosofar sobre las relaciones de pareja. ¡Al contrario! Lo mejor es ir al grano, usar frases cortas y párrafos concisos.
Además, el personaje que aparece en la primera página (que, obviamente, debería ser el protagonista) tiene que tener algo que nos sorprenda. Nos puede interesar porque empatizamos con lo que le pasó, porque está en una situación extraña en un tiempo y espacio determinados, por cómo se expresa, por el dilema moral que plantea, etc.
Ejemplos de comienzos que te atrapan:
En la literatura hay comienzos inolvidables, muchos de ellos de obras maestras que ya son leyenda. Quizás ahora no nos fijemos tanto en sus comienzos porque valoramos cada línea del libro, pero es fácil encontrar ejemplos de lo que te estoy contando en obras como El Quijote de Cervantes, El camino de Delibes, Cien años de soledad de García Márquez, Lolita de Nabokov o La metamorfosis de Kafka. En estos comienzos vas a encontrar desde presentaciones interesantes que te meten de lleno en la historia de alguien, hasta otros que te obligan a seguir leyendo. Algunos te sugieren que el personaje tiene un pasado que tenés que conocer, otros te muestran la obsesión de un protagonista. Ni hablar del impacto que genera que alguien se despierte convertido en un insecto y quieras saber cómo llegó a eso.
En conclusión: Un buen comienzo es la mitad del camino
Por todo esto, te recomiendo que tengas claros varios aspectos de tu novela, como la trama, el desarrollo de los personajes, el nudo y el desenlace, pero sobre todo, concentrate en que el comienzo enganche. No importa si sos la mejor persona del mundo (eso lo podemos pasar por alto), ¡pero lo que no podemos perdonar es que tus novelas tengan malos comienzos!
