El mundo editorial está lleno de «copias». Si algo funciona, se repite hasta el cansancio. Y seamos honestos, casi todo ya se inventó. Piensen en la moda de vampiros después de Crepúsculo, las novelas románticas onda «chico conoce chica» o las historias con personajes con gustos… digamos, intensos, como Cincuenta sombras de Grey. Hay modas, tendencias, de todo. Pero lo importante es que cada autor piense qué quiere contar y, sobre todo, cómo lo quiere contar. Ahí está la clave: encontrar la propia voz.
A veces las editoriales buscan encasillar los libros en géneros que ya se venden bien. Pero que una novela no «encaje» en un género no significa que no tenga valor. ¡Claro que tiene! Habla de algo, de la vida, de lo que sea que el autor quiera expresar. No hay que tener miedo de romper las reglas.
Tampoco es necesario que una historia sea 100% original. ¡Casi nada lo es! Lo importante es la perspectiva. Se puede tomar una idea, una situación, algo que ya existe, y darle una vuelta de tuerca, contarlo de una forma nueva. La clave, otra vez, está en el cómo.
Inspirarse en otras obras es válido, pero copiar, ¡ni hablar! Hay una línea muy fina entre tomar una idea y plagiar. Inspirarse en la forma de escribir de un autor o en la construcción de un personaje es una cosa, copiar una historia entera es otra muy distinta.
Hoy en día, con internet, es fácil saber si ya existe un libro con el mismo título o una temática similar. Hay que investigar un poco antes de lanzarse a escribir. Estar al tanto de lo que se publica ayuda a encontrar un espacio propio.
En resumen: lo que realmente importa es la voz del autor. Si hay una idea que apasiona, que hace reír o que simplemente necesita ser contada, hay que darle para adelante. Que ya existan libros parecidos no es un impedimento. La historia viene del autor, y solo por eso ya es única. Dejarse llevar por la propia historia: ahí está el secreto.